El pasado lunes, y tras la abdicación de Juan Carlos I, y la puesta en marcha del proceso de sucesión al trono en la figura de su hijo el príncipe Felipe, fuimos muchas las personas que en cuarenta capitales del reino y respondiendo a la llamada, desde la izquierda, a través de las redes sociales, salimos a las calles para pedir una vez más el derecho a decidir sobre el futuro del país donde vivimos y, que como ciudadanía, nos pertenece.
Algunas son las voces que se han alzado tras estas concentraciones, pidiendo coherencia a la militancia en función de lo que sus líderes están manifestando públicamente.
Reflexionando sobre esta demanda, a priori razonable, me viene a la cabeza un pensamiento recurrente en estos últimos tiempos; por un lado, la necesidad de trascender el liderazgo como poder individual y por otro, la puesta en valor de un liderazgo con tintes de rol grupal.
Lo que este último permite es un flujo de información más fluido entre la “cúpula” y las bases; pero yendo más lejos, a la vez podría propiciar un encuentro de todas las izquierdas con el fin de consensuar un acuerdo de mínimos.
Al final siempre estamos hablando de lo mismo. El liderazgo como rol grupal, nace del propio grupo que lo integra, se respalda y se avala en el mismo y a la vez el grupo se reconoce en la capacidad de su líder para que las necesidades de los integrantes tengan su espacio y su voz, para que las oportunidades de participación, valoración e influencia sean puestas en acción dentro del grupo con independencia de si se tiene cargo o no.
Un buen líder grupal debe velar por una comunicación fluida, si no la fuerza del grupo se resiente, se pone en jaque la confianza grupal y del mismo modo la capacidad de alcanzar objetivos. Lo estamos viendo cada día.
Por tanto y siguiendo este modelo que trabaja y avanza desde la puesta en común y que toma su parte de cuota de representación y participación a partir de los resultados de las elecciones al Parlamento Europeo, sería de agradecer, no sé vosotras que pensaréis, un encuentro de las formaciones que ayer salíamos a la calle y desde un consenso inclusivo, legítimamente democrático, brindarnos la ciudadanía la posibilidad de elegir haciendo uso de nuestra libertad, dignidad y conciencia . Esta iniciativa marcaría un camino, una forma pacífica de llevar a cabo un cambio democrático que rearticule las instituciones y la forma de gobernar desde la voluntad ciudadana.
Nota y fotografías C. Martínez
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