Crónica
y fotografías Concha Martínez* Colectivo Vland Solaris. Ayer la veterana de guerra Wendy Barranco
ofreció una conferencia y posterior rueda de preguntas, en el Aula Magna de La
Nau, dentro de la programación del Fórum de Debate de la Universidad de
Valencia, y en colaboración con el colectivo Alternativa Antimilitarista-MOC,
Asamblea Feminista Tirig y la Unitat d’Igualtat de dicha Universidad.
Wendy nació en México en 1985 y se
trasladó a Los Ángeles (California) cuando contaba con cuatro años de edad;
allí la esperaba su madre, que había llegado a EEUU doce meses antes. A los
diecisiete años tuvo la oportunidad de alistarse en la Armada. De alguna
manera, y gracias a la cruzada mediática de la prensa, el cine y la televisión
americanas, ingresar en el ejército podía considerarse una buena oportunidad
para una emigrante con pocas posibilidades económicas y dificultades para
regularizar su nacionalidad, además de un ejercicio de patriotismo frente al fenómeno
global del 11 S. Como hija de familia emigrante, no contaba con los recursos
económicos necesarios para poder cursar estudios superiores, y la oficina de
reclutamiento fue una ventana abierta a esa posibilidad. Wendy ingresó en el cuerpo militar en Octubre de
2003, como asistente médico de combate con derecho a una preparación de seis
meses.
A los diecinueve años, en octubre de
2005, recibió órdenes para ir a Irak e ingresó como enfermera anestesista en
una unidad de hospitalización móvil en la que estuvo desarrollando su labor
durante nueve meses, enfrentándose cada día a la realidad de la guerra. Tuvo,
según palabras de la propia Wendy, que desarrollar una especie de
insensibilidad a la presencia continuada de la muerte y el dolor, estableciendo
una separación entre lo que veía a diario y sus propias emociones.
Durante la conferencia, la ex-militar
denunció cómo tuvo que soportar la demanda de favores sexuales en su puesto de
trabajo, por parte de un superior, de modo continuado y ocasionalmente por
parte de algún compañero, a la vez que
abusos en algunos entrenamientos militares, específicamente por ser mujer. No
resulta difícil comprender que en este contexto de guerra, este tipo de abusos sobrellevados
conduce a vivir en un estado continuo de
máxima alerta, con las consecuencias psicológicas y patológicas que este nivel
de estrés ocasiona.
Tras nueve meses en el frente que,
sumados al resto de servicios prestados con anterioridad a Irak, sumaban tres
años de reclutamiento, Wendy regresó a EEUU,
para comenzar una nueva vida como civil y retomar los estudios de medicina. En
Los Ángeles asistió a una conferencia de dos veteranos de la guerra de Irak y
algo se movió en su interior, se dio cuenta y tomó conciencia de todo aquello
que ella misma había padecido y que hasta ese momento no había podido
reconocer: la deshumanización, la violencia, los abusos, la vejación y lo
completamente inútil y estéril que resulta la guerra excepto para quién puede
medrar a expensas de los beneficios económicos que procura a unos pocos. Se dio cuenta de que los fondos de defensa en
EEUU son mayores que los del resto del mundo, mientras que muchos veteranos
están sobreviviendo sin trabajo, sin prestaciones, sin ni tan siquiera la
atención psicológica que requieren para la reparación que precisan como
víctimas de guerra.
En la actualidad, la “primera línea de combate” de Wendy es otra. Desde IVAW – Veteranos de Irak
contra la guerra -, asociación fundada en 2004, lucha junto a sus compañer@s por
la retirada inmediata de todas las fuerzas de ocupación en Iraq y Afganistán,
por la plena cobertura social y el derecho a sanar de los veteranos que
regresan de los frentes de combate, así como por la compensación a los pueblos
iraquí y afgano. Trabaja, como otras
asociaciones antimilitaristas, para crear una cultura crítica de no violencia y
por la paz, para detener los mecanismos y recursos que hacen posible los
conflictos bélicos y vulneran sin pudor los más elementales derechos de la
humanidad.
*concha_martinez@ono.com
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